Mi biblioteca está llena de libros sobre hábitos y finanzas. Pensé que sabía de lo que hablaba. Pero nada me preparó para las discusiones en la mesa familiar. Vengo de una familia de campesinos, gente para la que la riqueza es tangible: la tierra, el efectivo, el techo sobre la cabeza.
Y yo, con mis ideas sobre ETFs, criptomonedas y bancos sin oficinas, era el loco de la familia. El que no entendía nada.
Entonces leí “La Psicología del Dinero” de Morgan Housel, y todas esas discusiones encajaron. El libro no me dio nuevos argumentos para “ganar” la discusión. Me dio un espejo para entender que nunca se trató de finanzas. Se trató de un choque de realidades.
La Desconfianza: “Nadie está Loco” en el Mundo Real
Housel tiene una idea central: tus experiencias personales con el dinero moldean tu visión de una forma más poderosa que cualquier dato. Y de repente, todo tuvo sentido.
La desconfianza de mi familia hacia la compra de acciones o un banco digital como NuBank no era ignorancia. Era una respuesta lógica de un “software” programado en un mundo donde la seguridad significaba poder tocar tus activos. ¿Cómo confías tu dinero a algo que no tiene un edificio físico? Para ellos, el riesgo no era una probabilidad; era una certeza. Su estrategia de preferir el dinero bajo el colchón, aunque pierda valor, es una estrategia de control absoluto en un mundo que perciben como incierto.
No están locos. Simplemente, su mapa del mundo financiero es diferente al mío.
El Ancla vs. El Salvavidas: Dos Definiciones de “Seguridad”
La discusión que encendió todo fue mi negativa a comprar una casa con un crédito hipotecario. Para mi familia, es el único paso lógico. Para ellos, un “techo propio” hipotecado es la máxima definición de seguridad. No hacerlo es ser un idiota.
Pero mi definición de seguridad ha cambiado.
- Para ellos, la seguridad es un ancla: Un bien físico, permanente e inamovible.
- Para mí, la seguridad es un salvavidas: Liquidez, flexibilidad y la capacidad de adaptarme al cambio.
Mi argumento, forjado por mis lecturas y mi propia psicología, es que en un mundo tan volátil, la verdadera seguridad no es un ladrillo, es un margen de error.
Me niego a que la mayoría de mis recursos y mi paz mental se vayan en pagar miles de intereses por una casa que no será mía hasta dentro de 30 años. Ese mismo dinero, invertido de forma consistente, es mi verdadero plan de vivienda. Es el ejército que en unos años podría pagar mi arriendo por sí solo.
Vivir en arriendo me permite tener lo que considero el activo más valioso: un colchón de emergencia para sobrevivir 6 meses sin ingresos. Esa es mi “casa propia”. Esa es la fortaleza que me da la tranquilidad para buscar una estrategia si las cosas van mal, para mudarme a un lugar más económico, o para no verme obligado a vender mis inversiones en el peor momento.
Mi mayor miedo no es no tener casa; es llegar al punto en que mis pasivos superen mis ingresos.
Conclusión: Usa el Mapa que Te Deje Dormir Tranquilo
Sí, mi familia cree que probablemente terminaré en la ruina. Y tal vez tengan razón. Existe una probabilidad de que mi estrategia falle.
Pero esa es su realidad, no la mía. La mía, la que estoy viviendo, me está dando resultados y me ha permitido construir un margen de seguridad que ellos nunca tuvieron. Quizás mi forma de pensar cambie con los años, pero por ahora, usaré el mapa que a mí me está funcionando.
Como aprendí dolorosamente en estas conversaciones y confirmé en el libro, la lección financiera más importante es esta:
Entender tu propia psicología es la clave para crear una estrategia que te permita dormir tranquilo. Copiarse de otro es peligroso.
Y eso, para mí, es la verdadera riqueza.